Empecé mi vida como una delincuente. Fugándome fumando en los pasillos del palacio extrañas hierbas que me mareaban, me hacían saltar muros, correr en la noche, bailar como una desquiciada., coger a un chico, o dos, follar en un triste coche mientras en el asiento de atrás retozaba otra pareja. Sin parar. Crestas punks, imperdibles enormes en camisetas desgarradas, bota chaveteadas, medias agujereadas, botellas de alcohol a morro, uñas negras, ojos cubiertos de khol y de rímel corrido... Los polvos apresurados, las palabrotas, los cortes de manga, las drogas que se prueban como si fueran pastillas de menta.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
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