Me arrodillé, abrí el estuche del laúd y saqué un pequeño fardo.
- Yo te he traído tomates, judías y una cosa especial. - Le tendí el saquito de piel en el que me había gastado casi todo mi dinero dos días atrás, antes de que empezara a tener problemas-. Sal marina.
Auri lo cogió y miró en su interior.
- Pero qué bonito, Kvothe. ¿Qué hay en la sal?
<<Restos minerales - pensé-. Cromo, basalio, malio, yodo... Todo lo que tu cuerpo necesita y seguramente no puede obtener de las manzanas, del pan ni de lo que consigues gorronear cuando no te encuentro.>>
- Sueños de peces - contesté -. Y canciones de marineros.
El nombre del viento, Patrick Rothfuss.
No hay comentarios:
Publicar un comentario