El sonido de la voz de Ehlena en su oído hizo algo que no habían podido hacer ni el agua hirviendo, ni la manta de visón, ni la extravagante temperatura a la que mantenía el termostato. Una sensación de calidez se difundió por su pecho, superando el entumecimiento y el frío y llenándolo de... vida.
Amante vengado, J.R. Ward.
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