A menudo la vida se divierte. Nos ofrece un diamante escondido debajo de un billete de metro o del faldón de una cortina. Emboscado en una palabra, una mirada, una sonrisa algo tonta.
Hay que fijarse en los detalles. Ellos siembran nuestra vida de piedrecitas que nos guían. La gente bruta, la gente apresurada, lo que llevan guantes de boxeo o dan patadas a las piedras, ignoran los detalles. Quieren cosas pesadas, imponentes, brillantes, no quieren perder un minuto agachandose por una moneda, una brizna de paja, la mano temblorosa de un hombre.
Pero si nos agachamos, si detenemos el tiempo, descubrimos diamantes en una mano tendida...
O en una papelera.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
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