"La lectura es la gimnasia del cerebro. El faro que alumbra el camino hasta el puerto de la razón. Un libro es, ante todo, una brújula que evita que nos desorientemos en el vasto territorio de la vida."
La bailarina y el inglés, Emilio Calderón.

viernes, 12 de octubre de 2012

Las ardillas de Central Park están tristes los lunes

A menudo tendemos a creer que el pasado es pasado. Que no lo volveremos a ver. Como si estuviese grabado en una pizarra mágica y lo hubiésemos borrado. Creemos también que con los años hemos hecho desaparecer los errores de juventud, sus amores de pacotilla, sus fracasos, sus cobardías, sus mentiras, sus pequeños acomodos, sus falsedades.
Pensamos que hemos barrido todo aquello. Que lo hemos dejado bien escondido bajo la alfombra. Nos decimos que el pasado tiene un bueno nombre: pasado.
Pasado de moda, pasado de fecha, sobrepasado.
Enterrado.
Estamos ante una página nueva. Una página que lleva el bonito nombre de futuro. Una vida que enarbolamos, que nos enorgullece, una vida que hemos elegido. En el pasado, en cambio, no siempre podíamos elegir. Sufríamos  nos influían  no sabíamos que pensar, nos buscábamos  decíamos que sí, decíamos que no, decíamos puede, sin saber por qué. Para eso inventaron la palabra <<pasado>>: para meter en ella todo lo que nos molestaba, lo que nos hacía ruborizar o temblar. Y entonces, un día, vuelve. Arrambla con el presente. Se instala. Contamina.
E incluso termina por ensombrecer el futuro.

Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.

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