"La lectura es la gimnasia del cerebro. El faro que alumbra el camino hasta el puerto de la razón. Un libro es, ante todo, una brújula que evita que nos desorientemos en el vasto territorio de la vida."
La bailarina y el inglés, Emilio Calderón.

jueves, 12 de enero de 2012

Eragon

- ¿Podríais decirnos cuál es la casa de Jeod?
- Sí, podría - respondió sin dejar de escribir.
- ¿Y nos lo diréis?
- Sí.
Pero se quedó en silencio mientras escribía más deprisa.
La rana que tenía en la mano croó y los miró con ojos torvos. Brom y Eragon esperaron incómodos, pero la mujer no dijo nada más. Eragon estaba a punto de soltar algo, cuando Angela levantó la vista.
- ¡Por supuesto que os lo diré! Lo único que tenéis que hacer es preguntarlo. La primera pregunta fue si "podría" o no decirlo, y la segunda, si lo "haría". Pero en realidad no me habéis hecho la pregunta.
- Pues dejadme que os la haga adecuadamente- dijo Brom con una sonrisa -. ¿Donde vive Jeod? ¿Y por qué tiene usted una rana?
- Bueno, ahora sí que nos entendemos - bromeó la mujer-. La casa de Jeod es la de la derecha. En cuanto a la rana... (bien, en realidad es un sapo) estoy intentando demostrar que los sapos no existen... que sólo hay ranas.
- ¿Cómo es posible que no existan los sapos si ahora mismo tenéis uno en la mano derecha? - interrumpió  Eragon -. Además, ¿para qué sirve demostrar que sólo hay ranas?
La mujer movió la cabeza con fuerza y los oscuros rizos rebotaron.
- No, no, no comprendéis. Si demuestro que los sapos no existen, entonces este bicho es una rana y nunca fue un sapo. Por lo tanto, el sapo que ves ahora no existe. Y - levantó el meñique - si demuestro que sólo hay ranas, los sapos no podrás hacer nada malo, como provocar que se caiga un diente, que salgan verrugas, o envenenar y matar a las personas. Además, las brujas no podrán usar ninguno de sus hechizos porque, naturalmente, no habrá ningún sapo.
- Comprendo - dijo Brom con delicadeza.

Eragon, Christopher Paolini.

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