¿Qué guerra es esta que combatimos, seguros de nuestra derrota? Aurora tras aurora, extenuados ya de todas las batallas que aún están por venir, nos acompaña el espanto del día a día, ese pasillo sin fin que, en las horas postreras, será nuestro destino por haberlo recorrido tantas veces. Sí, ángel mío, así es el día a día: tedioso, vacío y anegado en desdicha. Las calles del infierno no le son nada ajenas; uno acaba allí un buen día por haber permanecido en ese pasillo demasiado tiempo. De una pasillo a las calles: entonces acontece la caída, sin sacudidas ni sorpresas. Cada día volvemos a experimentar la tristeza del pasillo y, paso tras paso, seguimos el camino de nuestra lúgubre condena.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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