"La lectura es la gimnasia del cerebro. El faro que alumbra el camino hasta el puerto de la razón. Un libro es, ante todo, una brújula que evita que nos desorientemos en el vasto territorio de la vida."
La bailarina y el inglés, Emilio Calderón.

domingo, 4 de diciembre de 2011

La orden de la academia Spence

- Ah..., esta 'gachí' es tuya. Disculpa, amigo.
Kartik se ríe.
- No es... - Se interrumpe-. Sí, es mía.
Me coge de la mano y me aparta del círculo.
Nos sigue un coro de silbidos y ovaciones. Otra mano me coge de la muñeca libre. Es del chico de la nariz grande que he visto antes.
- ¿Como sabemos que es tuya? No parece muy dispuesta - bromea -. A lo mejor me prefiere a mí.
Kartik vacila, lo suficiente para provocar parcas risas de sospecha entre los hombres. El otro muchacho me tiene cogida con fuerza y noto el miedo, frío y metálico, en la boca. No hay tiempo para recatos. Aquí no sirve la razón. Sin previo aviso, beso a Kartik. Sus labios, apretados contra los míos, me sorprende. Son cálidos, ligeros como el aliento, firmes como la piel de un melocotón contra mi boca. Un olor a canela quemada pende en el aire, pero no estoy teniendo una visión. Es su olor, que me ha impregnado. Un olor que me contrae el estómago. Un olor que aleja de mi cabeza todo pensamiento y lo sustituye por una irresistible sed de más.
La lengua de Kartik se desliza un momento entre mis labios, y me crispo. Me aparto, sin aliento, ruborizada. No puedo mirar a nadie; y menos a Felicity y a Ann. ¿Y ahora qué pensarán de mí? ¿Qué pensarían si supieran lo mucho que me ha gustado? ¿Qué clase de chica soy que disfruto con un beso que he dado con tal descaro, sin esperar a que me lo pidieran, como habría sido lo correcto?
Un hombre fornido se echa a reír.
- ¡Ya veo que es tuya!
- Sí - dice Kartik con voz ronca.
La orden de la academia Spence, Libba Bray.

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