Cuando veis a dos personas juntas, ¿nunca os ha dado por querer saber si son novios, hermanos, amigos u otra cosa? A mí a veces me da por ahí, por la mañana, cuando voy en metro. Clavo la mirada en una pareja y me quedo observándola hasta que uno de los dos hace o dice algo inequívoco. Un beso, una frase como <<Acuérdate de llamar a mamá>> o <<Te quiero>>. Pero lo habitual es que la gente no se preocupe de dar a conocer al mundo entero por qué sale acompañada a las siete y media de la mañana.
Siempre estarás tú, Francesco Gungui.
Letra a letra
"La lectura es la gimnasia del cerebro. El faro que alumbra el camino hasta el puerto de la razón. Un libro es, ante todo, una brújula que evita que nos desorientemos en el vasto territorio de la vida."
La bailarina y el inglés, Emilio Calderón.
sábado, 1 de diciembre de 2012
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
Las almas respiran en el sueño. La grandeza del hombre se cuela en el sueño. Hoy ya no respiramos, nos ahogamos. Hemos suprimido los sueños, como hemos suprimido el alma y el cielo.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
Empecé mi vida como una delincuente. Fugándome fumando en los pasillos del palacio extrañas hierbas que me mareaban, me hacían saltar muros, correr en la noche, bailar como una desquiciada., coger a un chico, o dos, follar en un triste coche mientras en el asiento de atrás retozaba otra pareja. Sin parar. Crestas punks, imperdibles enormes en camisetas desgarradas, bota chaveteadas, medias agujereadas, botellas de alcohol a morro, uñas negras, ojos cubiertos de khol y de rímel corrido... Los polvos apresurados, las palabrotas, los cortes de manga, las drogas que se prueban como si fueran pastillas de menta.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
- Mamá, ¿qué es lo que quieren los hombres?
Joséphine se sentía terriblemente impotente. Un hombre no te quiere por tus virtudes, un hombre no te quiere porque estés siempre ahí, un hombre no te quiere si eres un soldado fiel. Un hombre te quiere por una cita a la que no acudes, un beso que rechazas, una palabra que no pronuncies.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
- Querer mucho ¿es como amar?
- No, amar se conjuga sin adverbio ni condición...
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
- No, amar se conjuga sin adverbio ni condición...
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
-¿Sabes lo que hace falta en la vida?
Alexandre negaba con la cabeza.
- Hace falta amar. Con todas las fuerzas. Darlo todo sin esperar nada a cambio. Y entonces funciona. ¡Pero parece tan sencillo que nadie se cree esa fórmula! Cuando amas a alguien, ya no tienes miedo de morir, ya no tienes miedo de nada...
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Alexandre negaba con la cabeza.
- Hace falta amar. Con todas las fuerzas. Darlo todo sin esperar nada a cambio. Y entonces funciona. ¡Pero parece tan sencillo que nadie se cree esa fórmula! Cuando amas a alguien, ya no tienes miedo de morir, ya no tienes miedo de nada...
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
viernes, 12 de octubre de 2012
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
No estamos obligados a ser felices constantemente ni como todo el mundo.. la felicidad hay que inventarla, hay que hacerla a la medida de uno, no existe un modelo único.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
A menudo la vida se divierte. Nos ofrece un diamante escondido debajo de un billete de metro o del faldón de una cortina. Emboscado en una palabra, una mirada, una sonrisa algo tonta.
Hay que fijarse en los detalles. Ellos siembran nuestra vida de piedrecitas que nos guían. La gente bruta, la gente apresurada, lo que llevan guantes de boxeo o dan patadas a las piedras, ignoran los detalles. Quieren cosas pesadas, imponentes, brillantes, no quieren perder un minuto agachandose por una moneda, una brizna de paja, la mano temblorosa de un hombre.
Pero si nos agachamos, si detenemos el tiempo, descubrimos diamantes en una mano tendida...
O en una papelera.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Hay que fijarse en los detalles. Ellos siembran nuestra vida de piedrecitas que nos guían. La gente bruta, la gente apresurada, lo que llevan guantes de boxeo o dan patadas a las piedras, ignoran los detalles. Quieren cosas pesadas, imponentes, brillantes, no quieren perder un minuto agachandose por una moneda, una brizna de paja, la mano temblorosa de un hombre.
Pero si nos agachamos, si detenemos el tiempo, descubrimos diamantes en una mano tendida...
O en una papelera.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
Gracias, gracias. No lo he entendido todo, no lo recuerdo todo, pero tengo ganas de abrazarme al tronco de los castaños, de escalar los semáforos, de atrapar trozos de cielo.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
A menudo tendemos a creer que el pasado es pasado. Que no lo volveremos a ver. Como si estuviese grabado en una pizarra mágica y lo hubiésemos borrado. Creemos también que con los años hemos hecho desaparecer los errores de juventud, sus amores de pacotilla, sus fracasos, sus cobardías, sus mentiras, sus pequeños acomodos, sus falsedades.
Pensamos que hemos barrido todo aquello. Que lo hemos dejado bien escondido bajo la alfombra. Nos decimos que el pasado tiene un bueno nombre: pasado.
Pasado de moda, pasado de fecha, sobrepasado.
Enterrado.
Estamos ante una página nueva. Una página que lleva el bonito nombre de futuro. Una vida que enarbolamos, que nos enorgullece, una vida que hemos elegido. En el pasado, en cambio, no siempre podíamos elegir. Sufríamos nos influían no sabíamos que pensar, nos buscábamos decíamos que sí, decíamos que no, decíamos puede, sin saber por qué. Para eso inventaron la palabra <<pasado>>: para meter en ella todo lo que nos molestaba, lo que nos hacía ruborizar o temblar. Y entonces, un día, vuelve. Arrambla con el presente. Se instala. Contamina.
E incluso termina por ensombrecer el futuro.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Pensamos que hemos barrido todo aquello. Que lo hemos dejado bien escondido bajo la alfombra. Nos decimos que el pasado tiene un bueno nombre: pasado.
Pasado de moda, pasado de fecha, sobrepasado.
Enterrado.
Estamos ante una página nueva. Una página que lleva el bonito nombre de futuro. Una vida que enarbolamos, que nos enorgullece, una vida que hemos elegido. En el pasado, en cambio, no siempre podíamos elegir. Sufríamos nos influían no sabíamos que pensar, nos buscábamos decíamos que sí, decíamos que no, decíamos puede, sin saber por qué. Para eso inventaron la palabra <<pasado>>: para meter en ella todo lo que nos molestaba, lo que nos hacía ruborizar o temblar. Y entonces, un día, vuelve. Arrambla con el presente. Se instala. Contamina.
E incluso termina por ensombrecer el futuro.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
- Me sigo preguntando qué hacen las ardillas por la noche - suspiró Gary -. ¿Duermen de pie, tumbadas o acurrucadas como una bola en un nido?
- Respuesta número tres. Las ardilla duermen en un nido, la cola les cubre la cabeza. El nido está hecho de ramitas, hojas y musgo. en el árbol, a una altura no superior a nueve metros para que no se lo lleve el viento...
- ¿Acabas de inventártelo?
- No. Lo leí en un Spirou... Y pensé en ti...
- ¡Ajá! ¡Así que piensas en mí! - Exclamó Gary levantando el brazo en señal de victoria.
- Muy de vez en cuando.
- ¡Y finges ignorarme! Como la perfecta indfierente.
- Strategy of love, my dear!
- Y tú, Hortense Cortés, eres invencible en montar estrategias, ¿verdad?
- Simplemente soy lúcida...
- Me das pena, te impones límites, te atas, te encoges... Rechazas el riesgo. Sólo el riesgo puede poner la carne de gallina...
- Me protejo, que es distinto... ¡No soy de las que piensan que el sufrimiento es el primer paso para conseguir la felicidad!
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
- Respuesta número tres. Las ardilla duermen en un nido, la cola les cubre la cabeza. El nido está hecho de ramitas, hojas y musgo. en el árbol, a una altura no superior a nueve metros para que no se lo lleve el viento...
- ¿Acabas de inventártelo?
- No. Lo leí en un Spirou... Y pensé en ti...
- ¡Ajá! ¡Así que piensas en mí! - Exclamó Gary levantando el brazo en señal de victoria.
- Muy de vez en cuando.
- ¡Y finges ignorarme! Como la perfecta indfierente.
- Strategy of love, my dear!
- Y tú, Hortense Cortés, eres invencible en montar estrategias, ¿verdad?
- Simplemente soy lúcida...
- Me das pena, te impones límites, te atas, te encoges... Rechazas el riesgo. Sólo el riesgo puede poner la carne de gallina...
- Me protejo, que es distinto... ¡No soy de las que piensan que el sufrimiento es el primer paso para conseguir la felicidad!
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
<<¿Sabes, Zoé? La vida es bella, pero el mundo no...>>
Y eso le había encantado, la vida es bella, pero el mundo no, porque eso la llenaba.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Y eso le había encantado, la vida es bella, pero el mundo no, porque eso la llenaba.
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Tokio Blues: Norwegian Wood
Nosotros (con "nosotros" me refiero a la gente normal y a la que no lo somos tanto), todos nosotros somos seres imperfectos que vivimos en un mundo imperfecto. Y no debemos vivir de una manera tan rígida, midiendo la longitud con una regla y los ángulos con un transportador como si la vida fuera un depósito bancario. ¿No te parece?
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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Tokio Blues: Norwegian Wood
Tokio Blues: Norwegian Wood
- Piensa que la vida es como una caja de galletas.
Negué varias veces con un gesto de la cabeza y me quedé mirándola.
- Quizá sea un poco tonto, pero a veces no te entiendo.
- En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te gustan y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo, cuando lo estoy pasando mal, siempre pienso: <<Tengo que acabar con esto cuanto antes y ya vendrá tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas>>.
- Eso es filosofía.
- Pero es cierto. Yo lo he aprendido de manera empírica - dijo Midori.
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Tokio Blues: Norwegian Wood
Tokio Blues: Norwegian Wood
Contemplé una puesta de sol tan hermosa que parecía un milagro. El mundo entero estaba teñido de rojo. Mi mano, el plato, la mesa... todo lo que había ante mis ojos estaba teñido de rojo. De un rojo tan brillante que parecía bañado en un jugo de frutas.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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Tokio Blues: Norwegian Wood
<<¿Cúantas decenas, no, centenares de domingo como éste me quedan por vivir?>> me pregunté. <<Domingos tranquilos, apasibles y solitarios>>, dije en voz alta. Los domingos no me doy cuerda.
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Las personas, al morirnos, dejamos atrás unos pequeños y extraños recuerdos.
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- Watanabe, ¿crees que si triunfara la revolución cambiaría la actitud de los impectores de Hacienda?
- Lo dudo muchísimo.
- Entonces yo no creo en la revolución. Yo sólo creo en el amor.
- ¡Di que sí! - grité.
- ¡Eso es! - exclamó Midori.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
- Lo dudo muchísimo.
- Entonces yo no creo en la revolución. Yo sólo creo en el amor.
- ¡Di que sí! - grité.
- ¡Eso es! - exclamó Midori.
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Me da la impresión de que éste no es el mundo real. La gente, las escenas que me rodean no me parecen reales.
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William Shakespeare
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Lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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Naoko permanecía inmóvil. Parecía un pequeño animal nocturno hechizado por la luz de la luna.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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No mentir, no disfrazar la verdad, no amañar las cosas del modo que más te convenga. Nada más.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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Así que pensé lo siguiente: <<Conoceré a alguien que me quiera con toda su alma los trescientos sesenta y cinco días del año>>
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Tokio Blues: Norwegian Wood
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- ¿Cuál crees que es la mayor ventaja de ser rico?
- No lo sé.
- Poder decir que no tienes dinero. Por ejemplo, yo iba y le proponía hacer algo a una compañera de clase. Entonces ella me decía: <<No puedo. No tengo dinero.>> Yo en cambio, hubiera sido incapaz de decir lo mismo. Si yo decía <<No tengo dinero>>, era porque no lo tenía. ¡Patético! Igual que una chica guapa puede decir: <<Hoy me veo tan horrorosa que no me apetece salir>>. Eso mismo, en boca de una chica fea, da risa.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
- No lo sé.
- Poder decir que no tienes dinero. Por ejemplo, yo iba y le proponía hacer algo a una compañera de clase. Entonces ella me decía: <<No puedo. No tengo dinero.>> Yo en cambio, hubiera sido incapaz de decir lo mismo. Si yo decía <<No tengo dinero>>, era porque no lo tenía. ¡Patético! Igual que una chica guapa puede decir: <<Hoy me veo tan horrorosa que no me apetece salir>>. Eso mismo, en boca de una chica fea, da risa.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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Yo diría que entre <<no lo suficiente>> y un <<nada de nada>>. Siempre estuve hambrienta. Aunque sólo hubiera sido una vez, hubiera querido recibir amor a raudales. Hasta hartarme. Hasta poder decir: <<Ya basta. Estoy llena. No puedo más>>. Me hubiera conformado con una vez.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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- ¿Me esperaste mucho rato?
- No importa. A mí me sobra tiempo.
- ¿Tanto tiempo tienes?
- Tengo tanto tiempo que hasta puedo darte un poco para que duermas.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
- No importa. A mí me sobra tiempo.
- ¿Tanto tiempo tienes?
- Tengo tanto tiempo que hasta puedo darte un poco para que duermas.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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Tokio Blues: Norwegian Wood
Aún después de que la luciérnaga hubiera desaparecido, el rastro de su luz permaneció largo tiempo en mi interior. Aquella pequeña llama, semejante a un alma que hubiese perdido su destino, siguió errando eternamente en la oscuridad de mis ojos cerrados. Alargué la mano repetidas veces hacia esa oscuridad. Pero no pude tocarla. La tenue luz quedaba más allá de las yemas de mis dedos.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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Si leyera lo mismo que los demás, acabaría pensando como ellos.
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Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella.
Tokio Blues: Norwegian Wood, Haruki Murakami.
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Querido Nadie
- El lenguaje es poder - solía decir-. La literatura es amor. Y la poesía es el aliento del alma.
Querido Nadie, Berlie Doherty.
Querido Nadie, Berlie Doherty.
Querido Nadie
- ¿Van en busca de algo o huyen de algo?
Yo me di la vuelta. Las estrellas eran demasiado brillantes, demasiado frías, heladas y crueles.
- Yo creo que simplemente van a un sitio, a cualquier sitio, por puro placer.
- ¿Hay algún sitio adónde ir, a fin de cuentas?
Querido Nadie, Berlie Doherty.
Yo me di la vuelta. Las estrellas eran demasiado brillantes, demasiado frías, heladas y crueles.
- Yo creo que simplemente van a un sitio, a cualquier sitio, por puro placer.
- ¿Hay algún sitio adónde ir, a fin de cuentas?
Querido Nadie, Berlie Doherty.
Querido Nadie
Entras en un estado de irrealidad en el que lo que pasa en tu cabeza es más importante que lo que pasa en el mundo. Aunque, ¿qué es el mundo real? Quizá la única realidad sea lo que en un momento determinado pensaste o experimentaste.
Querido Nadie, Berlie Doherty.
Querido Nadie, Berlie Doherty.
Querido Nadie
- Uno cree que es el único al que le ha sucedido eso, hasta que entra en el bar y habla de ello. Entonces, uno se pregunta: ¿y eso es amor? Yo no sé que es amor. Una trampa para conservar la especie humana, eso es lo que es.
Querido Nadie, Berlie Doherty.
Querido Nadie, Berlie Doherty.
El sustituto
Nuestras vidas eran infinitas e ignotas, no eran perfectas, pero eran nuestras.
El sustituto, Brenna Yovanoff.
El sustituto, Brenna Yovanoff.
El sustituto
El tiempo no es más que la mitolología de los que no han vivido lo suficiente para ver derrumbarse todas las construcciones, para ver que todas las condiciones pasan a ser las contrarias.
El sustituto, Brenna Yovanoff.
El sustituto, Brenna Yovanoff.
domingo, 9 de septiembre de 2012
El sustituto
Tenía una belleza sorprendente, pero de una forma jamás podría funcionar en el mundo real.
El sustituto, Brenna Yovanoff.
El sustituto, Brenna Yovanoff.
Codicia
No quiero que pienses que soy un bicho raro. Aunque no puedo culparte si lo haces.
Codicia, J. R. Ward.
Codicia, J. R. Ward.
Amante mío
Sus bocas se unieron por fin en un medio del tiempo detenido, suavidad contra suavidad, tibieza contra tibieza.
Amante mío, J. R. Ward.
Amante mío, J. R. Ward.
Amante mío
Nunca puedes saber hasta qué punto la sencilla decisión de girar a la derecha o a la izquierda en un cruce puede cambiar las cosas. Algunas veces, las decisiones no tienen transcendencia alguna, pero otras, en cambio... te llevan a lugares inesperados.
Amante mío, J. R. Ward.
Amante mío, J. R. Ward.
Si decido quedarme
Y en cualquier caso pierdes. ¿Qué puedo decirte? El amor es una mala arpía.
Si decido quedarme, Gayle Forman.
Si decido quedarme, Gayle Forman.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
Recuerda algo tan sencillo como que querer es siempre más valioso que te quieran.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
Pero lo importante es que durante tres noches pararemos el mundo.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
El sol comenzaba a huir como siempre a esas horas.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
Aprender a caer antes que a caminar.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
Lo miré y supe que existen instante en la vida en los que hay que decir la verdad y otros en los que hay que mentir...
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
Olvidarse de reñir, un olvido imperdonable a cualquier edad. Un pecado mortal en la infancia...
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
Si quieres mucho, amas, es el grado superior, es automático, no busques más...
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
Creo que en aquel instante descubrí que el mundo era injusto. A partir de ahí he sido testigo de tantas injusticias que he dejado de contarlas y he convivido con ellas sin inmutarme.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
Me las susurré a mí mismo suavemente, dulcemente...
Pero es difícil gozar con un <<Te quiero>> propio.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Pero es difícil gozar con un <<Te quiero>> propio.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
A mi no me gusta la danza, pero me encanta ver cuerpos en movimiento y música desconocidas puestas al ritmo de una coreografía.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, Albert Espinosa.
Agua para elefantes
Estoy tan lleno de amor que se me desborda, que estallo.
Agua para elefantes, Sara Gruen.
Agua para elefantes, Sara Gruen.
El primer día
El tiempo no lo borra todo, algunos instantes permanecen intactos en nuestras memorias sin que sepamos por qué lo hacen unos más que otros. Quizá sean algunas confidencias sutiles que la vida nos ofrece en silencio.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Creo que una historia se teje así, con una sucesión de pequeños instantes, hasta que te da un día el placer de un futuro compartido.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Cuando buscamos en lo infinitamente grande un punto infinitamente pequeño, una fuente de luz por muy alejada que esté, cuando esperamos un ruido llegado del fondo del universo, no hay más que una cosa de la que estamos seguros: nuestra ansia por descubrir.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Hay día iluminados por pequeñas cosas, por nimiedades que te hacen increíblemente feliz: una sobremesa con risas, un juguete de la infancia que aparece en la estantería de un anticuario, una mano que aprieta la tuya, una llamada que no esperabas, unas palabras dulces, tu hijo que te abraza sin pedir otra cosa que un momento de amor... Hay días iluminados por pequeños momentos de gracia, un aroma que te alegra el alma, un rayo de sol que entra por la ventana, ruido de un chaparrón cuando estás todavía en la cama, las aceras nevadas o la llegada de la primavera y sus primeros brotes.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Hay días hechos de pequeñas conversaciones que acaban por llevarte a tomar decisiones.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Son escasos los que están lo suficientemente locos como para llevar a cabo sus sueños, la sociedad les suele hacer pagar su originalidad. La sociedad es timorata y envidiosa.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
¿Llega un momento en la vida en el que la felicidad ha pasado o en el que ya no se espera nada? ¿Es eso envejecer? ¿En que ya no se habla más que del ayer, en que el presente no es más que un rasgo de nostalgia que se esconde púdicamente tras las carcajadas?
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Hay días hechos de nimiedades y que llenan el alma de melancolía, momentos de soledad de los que uno se acuerda durante mucho, mucho tiempo.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Aquella noche no hicimos el amor. A priori todo parecía prestarse a ello, pero algunas veces, unas pocas noches en toda nuestra vida, hay algo más fuerte que el deseo que se acaba imponiendo a él. El miedo a la torpeza, el miedo a que se desabran tus sentimientos, el miedo al día siguiente y a los días que vendrán después.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Aquel beso me supo a papel maché; era exactamente eso, un beso de papel donde en otro tiempo había soñado con escribir todo lo que sentía por ella. Hay algunos besos que hacen que tu vida entera se desequilibre. Incluso si uno no quiere, es así. Esos primeros besos me pillan por sorpresa, sin previo aviso. A veces eso sucede con el segundo beso.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Hay días hechos de nimiedades, días en los que uno se acuerda mucho tiempo sin que pueda verdaderamente saber por qué.
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
El primer día
Al fin y al ccabo, ¿no es la felicidad aquello que todos perseguimos sin ser nunca realmente capaces de reconocerla?
El primer día, Marc Levy.
El primer día, Marc Levy.
Legado
Somos los vigilantes. Los espías. Los vagabundos. Caminamos en soledad por los rincones oscuros del mundo, y recordamos todo lo que es y lo que ha sido.
Legado, Christopher Paolini.
Legado, Christopher Paolini.
Legado
¿Qué es el tiempo, sino movimiento? ¿Y qué es el movimiento, sino calor? ¿Y no son el calor y la energía nombres que designan la misma cosa?
Legado, Christopher Paolini.
Legado, Christopher Paolini.
El principito
Las gentes tienen estrellas diferentes. Para algunos, lo que viajan, las estrellas son sus guías. Para otros, los sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero ninguna de esas estrellas habla. Tú, sin embargo, tendrás estrellas como nadie las ha tenido.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
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El principito
El principito
- Cuando se ama a una flor y ésta se encuentra en una estrella, es muy agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
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El principito
El principito
- Lo esencial es invisible a los ojos.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
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El principito
El principito
- ¿Y qué haces con las estrellas?
- ¿Qué que hago con las estrellas?
- Sí.
- Nada, poseerlas.
- ¿Tú posees las estrellas?
- Sí.
- Pero yo ya he visto un rey que...
- Los retes no poseen nada; ellos solamente reinan. Lo cual es muy diferente.
- ¿Y para que sirve poseer las estrellas?
- Me sirve para ser rico.
- ¿Y para que sirve ser rico?
- Para comprar otras estrellas.
- Si es que alguien las encuentran.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
- ¿Qué que hago con las estrellas?
- Sí.
- Nada, poseerlas.
- ¿Tú posees las estrellas?
- Sí.
- Pero yo ya he visto un rey que...
- Los retes no poseen nada; ellos solamente reinan. Lo cual es muy diferente.
- ¿Y para que sirve poseer las estrellas?
- Me sirve para ser rico.
- ¿Y para que sirve ser rico?
- Para comprar otras estrellas.
- Si es que alguien las encuentran.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
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El principito
El nombre del viento
Me arrodillé, abrí el estuche del laúd y saqué un pequeño fardo.
- Yo te he traído tomates, judías y una cosa especial. - Le tendí el saquito de piel en el que me había gastado casi todo mi dinero dos días atrás, antes de que empezara a tener problemas-. Sal marina.
Auri lo cogió y miró en su interior.
- Pero qué bonito, Kvothe. ¿Qué hay en la sal?
<<Restos minerales - pensé-. Cromo, basalio, malio, yodo... Todo lo que tu cuerpo necesita y seguramente no puede obtener de las manzanas, del pan ni de lo que consigues gorronear cuando no te encuentro.>>
- Sueños de peces - contesté -. Y canciones de marineros.
El nombre del viento, Patrick Rothfuss.
- Yo te he traído tomates, judías y una cosa especial. - Le tendí el saquito de piel en el que me había gastado casi todo mi dinero dos días atrás, antes de que empezara a tener problemas-. Sal marina.
Auri lo cogió y miró en su interior.
- Pero qué bonito, Kvothe. ¿Qué hay en la sal?
<<Restos minerales - pensé-. Cromo, basalio, malio, yodo... Todo lo que tu cuerpo necesita y seguramente no puede obtener de las manzanas, del pan ni de lo que consigues gorronear cuando no te encuentro.>>
- Sueños de peces - contesté -. Y canciones de marineros.
El nombre del viento, Patrick Rothfuss.
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El nombre del viento
Con el tiempo, y con considerable ayuda de Deoch y de Wilem, me emborraché.
Y así es como esa noche tres alumnos emprendieron el regreso, un tanto errático, a la Universidad. Mida cómo van, tambaleándose ligeramente. No se oye nada, y cuando la campana de la torre da la hora, ésta no rompe el silencio sino que lo sostiene. Los grillos también respetan el silencio. Sus cantos son como cuidadosas puntadas en su tela, casi demasiado pequeñas para ser vistas.
La noche los envuelve como cálido terciopelo. Las estrellas, luminosos diamantes en el cielo sin nubes, tiñen el camino por el que andan de un gris plateado. La Universidad e Imre son el centro del conocimiento y el arte, el más fuerte de los cuatro rincones de la civilización. Aquí, en el camino que las une, sólo hay árboles centenarios y larga hierba mecida por el viento. Es una noche perfecta, un tanto salvaje, casi aterradoramente hermosa.
Los tres muchachos, uno moreno, uno rubio y uno como el fuego, no se fijan en la noche. Quizás una parte de ellos sí lo haga, pero son jóvenes y están borrachos y ocupados sabiendo en el fondo de sus corazones que nunca crecerán ni morirán. También saben que son amigos, y comparten cierto amor que nunca los abandonará. Los muchachos saben muchas otras cosas, pero quizá ninguna tan importante como ésa. Quizá tenga razón.
El nombre del viento, Patrick Rothfuss.
Y así es como esa noche tres alumnos emprendieron el regreso, un tanto errático, a la Universidad. Mida cómo van, tambaleándose ligeramente. No se oye nada, y cuando la campana de la torre da la hora, ésta no rompe el silencio sino que lo sostiene. Los grillos también respetan el silencio. Sus cantos son como cuidadosas puntadas en su tela, casi demasiado pequeñas para ser vistas.
La noche los envuelve como cálido terciopelo. Las estrellas, luminosos diamantes en el cielo sin nubes, tiñen el camino por el que andan de un gris plateado. La Universidad e Imre son el centro del conocimiento y el arte, el más fuerte de los cuatro rincones de la civilización. Aquí, en el camino que las une, sólo hay árboles centenarios y larga hierba mecida por el viento. Es una noche perfecta, un tanto salvaje, casi aterradoramente hermosa.
Los tres muchachos, uno moreno, uno rubio y uno como el fuego, no se fijan en la noche. Quizás una parte de ellos sí lo haga, pero son jóvenes y están borrachos y ocupados sabiendo en el fondo de sus corazones que nunca crecerán ni morirán. También saben que son amigos, y comparten cierto amor que nunca los abandonará. Los muchachos saben muchas otras cosas, pero quizá ninguna tan importante como ésa. Quizá tenga razón.
El nombre del viento, Patrick Rothfuss.
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El nombre del viento
Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.
La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente te protege del dolor: pasando por la primera puerta.
La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que <<el tiempo lo cura>> es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es sólo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.
El nombre del viento, Patrick Rothfuss.
La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente te protege del dolor: pasando por la primera puerta.
La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que <<el tiempo lo cura>> es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es sólo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.
El nombre del viento, Patrick Rothfuss.
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Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
- Tenías razón... No hay nada extraordinario en estar en brazos de un chico de la Julliard School.
Él se apartó, sorprendido y furioso.
- ¿Cómo que <<nada extraordinario>>?
- ¡No! La rutina habitual..., creo incluso que prefiero al Gary de París o de Londres...
- Ah...
La miró un momento en silencio, confiado, preguntándose si bromeaba o no. Ella canturreaba, jugaba con los botones de su camisa haciendo la mueca de la que está un poco decepcionada.
Entonces él bramó me vas a volver loco, Hortense Cortès, ¡me vas a volver loco! La abrazó con fuerza y la besó como si su vida dependiera de ello.
La ardilla gris, en el umbral de la cabaña, les contemplaba royendo su cacahuete.
Debía de pensar que, al final, los lunes en Central Park no eran tan tristes...
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
Él se apartó, sorprendido y furioso.
- ¿Cómo que <<nada extraordinario>>?
- ¡No! La rutina habitual..., creo incluso que prefiero al Gary de París o de Londres...
- Ah...
La miró un momento en silencio, confiado, preguntándose si bromeaba o no. Ella canturreaba, jugaba con los botones de su camisa haciendo la mueca de la que está un poco decepcionada.
Entonces él bramó me vas a volver loco, Hortense Cortès, ¡me vas a volver loco! La abrazó con fuerza y la besó como si su vida dependiera de ello.
La ardilla gris, en el umbral de la cabaña, les contemplaba royendo su cacahuete.
Debía de pensar que, al final, los lunes en Central Park no eran tan tristes...
Las ardillas de Central Park están tristes los lunes, Katherine Pancol.
jueves, 30 de agosto de 2012
Blanca como la nieve, roja como la sangre.
En el fondo, toda la vida no hace más que confeccionarte un traje multicolor, a costa de infinidad de noches de insomnio, noches de retales de otras vidas cosidas unas a otras.
Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia.
Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia.
Blanca como la nieve, roja como la sangre.
Llega el día en que te miras al espejo y no eres el que te esperabas. Sí, porque el espejo es la forma más cruel de la verdad. No te reflejas como eres realmente. Querrías que tu imagen se correspondiese con quien eres por dentro y que los otros al verte pudieran saber en el actos si eres sincero, genero, simpático... pero resulta que nunca se puede prescindir de las palabras ni de los hechos. Tienes que demostrar quien eres. Lo bonito sería que uno pudiera mostrarse sin más. Todo sería más sencillo.
Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia.
Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia.
domingo, 19 de agosto de 2012
El principito
- Quisiera ver una puesta de sol... Concededme ese gusto..., ordenad al sol que se oculte.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry,
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El principito
El principito
- Un día vi ponerse el solo cuarenta y tres veces.
Poco después añadía...
- Sabes... cuando uno está muy triste son agradables las puestas de sol...
- Entonces, ¿el día que viste los cuarenta y tres atardeceres estabas muy triste?
El principito no me respondió.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
Poco después añadía...
- Sabes... cuando uno está muy triste son agradables las puestas de sol...
- Entonces, ¿el día que viste los cuarenta y tres atardeceres estabas muy triste?
El principito no me respondió.
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
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El principito
El principito
¡Las espinas no sirven para nada, es la maldad de las flores lo que las hace brotar!
El principito, Antonie de Saint-Exupéry.
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La chica del lago
De hecho, yo odiaba los miércoles. Era como si estuvieran allí para fastidiarme a propósito. Colocándose entre el marte y le jueves, burlándose de mí con su condición de miércoles.
La chica del lago, Steph Bowe.
La chica del lago, Steph Bowe.
La chica del lago
Me encanta el arte y la libertad que ofrece, y me encanta cómo estimulan mi mente las últimas palabras. Podría perderme en mis pensamientos durante años si no fuera porque es necesario comer, beber e ir a la escuela.
La chica del lago, Steph Bowe.
La chica del lago, Steph Bowe.
La chica del lago
No hablé mucho. Mis primeras palabras fueron: << Ah, ¿sí? >>. Muy flojas incluso para alguien como yo, que aspira a convertirse algún día en una vagabunda anónima en una gran ciudad, con un cuaderno de dibujo como única propiedad.
Probablemente, no era un objetivo muy ambicioso, pero al menos tenía uno.
La chica del lago, Steph Bowe
Probablemente, no era un objetivo muy ambicioso, pero al menos tenía uno.
La chica del lago, Steph Bowe
Metamorfosis en el cielo
Un susurro de alas. La pajarilla da una larga calada a un cigarrillo. Sus párpados le sepultan las pupilas, igual que el telón al final de un espectáculo de marionetas. La mujer pájaro extiende los brazos hasta la punta de los dedos, dobla las rodillas, arquea la cintura y empuja el suelo, sus alas se despliegan y barren la nube de humo. Untuosidad absoluta. Las estrellas se inclinan para mirarla y chocan contra las esquinas del edificio. Alza el vuelo hasta el pórtico de su columpio y se posa en la barra transversal. La luna, enamorada, contiene la respiración.
Metamorfosis en el cielo, Mathias Malzieu.
Metamorfosis en el cielo, Mathias Malzieu.
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Metamorfosis en el cielo
Metamorfosis en el cielo
Abracadabrante de gracia equívoca.
Metamorfosis en el cielo, Mathias Malzieu
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La chica del lago
Son las pequeñas cosas las que nos indican cómo son realmente las personas: esperanzadas, desesperadas, frágiles e inseguras. Las personas no cambian, no aprenden.
La chica del lago, Steph Bowe.
Metamorfosis en el cielo
Intento balbucear una respuesta coherente, pero el miedo mezclado con la emoción engendra fragmentos de frases mutiladas. Pronuncio muñones de palabras, para volver a pegarlas según las circunstancias.
Metamorfosis en el cielo, Mathias Malzieu.
Metamorfosis en el cielo, Mathias Malzieu.
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Metamorfosis en el cielo
Metamorfosis en el cielo
Los pájaros se entierran en pleno cielo. Incluso la más elegante de las nubes está repleta de sus cuerpecitos yertos.
Se dice que de cada 10.189 gotas de lluvia, 1sería la lágrima de un pájaro muerto y que de cada 16.474 copos de nieve, 1 el fantasma de un pájaro descolgado de la placenta celeste.
Metamorfosis en el cielo, Mathias Malzieu.
Se dice que de cada 10.189 gotas de lluvia, 1sería la lágrima de un pájaro muerto y que de cada 16.474 copos de nieve, 1 el fantasma de un pájaro descolgado de la placenta celeste.
Metamorfosis en el cielo, Mathias Malzieu.
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Metamorfosis en el cielo
jueves, 12 de julio de 2012
El lápiz del carpintero
Todo fuera del tiempo en el reloj parado, menos aquellos dos abrazándose.
El lápiz del carpintero, Manuel Rivas.
El lápiz del carpintero, Manuel Rivas.
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Manuel Rivas
El lápiz del carpintero
La segunda fauna más abundante en la cárcel eran las ratas. Familiarizadas. Recorriendo por la noche los bultos de los sueños. ¿Qué carajo comían? Los sueños, decía el doctor Da Barca. Roen nuestros sueños. Las ratas se alimentan por igual del submundo y del sobremundo.
El lápiz del carpintero, Manuel Rivas.
El lápiz del carpintero, Manuel Rivas.
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Manuel Rivas
El lápiz del carpintero
El miedo ante el loco precede a la compasión, que a veces nunca llega.
El lápiz del carpintero, Manuel Rivas.
El lápiz del carpintero, Manuel Rivas.
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Manuel Rivas
Eldest
- Estamos aquí para cambiar la historia - dijo Saphira.
- Nos estamos tirando por un acantilado, sin saber si es profunda el agua que hay abajo.
- Ah, pero qué lucha tan gloriosa.
Eldest, Christopher Paolini.
- Nos estamos tirando por un acantilado, sin saber si es profunda el agua que hay abajo.
- Ah, pero qué lucha tan gloriosa.
Eldest, Christopher Paolini.
Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero
Y un día te diré una estupidez de vergüenza ajena, te diré, por ejemplo, que te quiero.
Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero, Martín Casariego Córdoba.
Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero, Martín Casariego Córdoba.
Quinta avenida
Yo nunca planeo nada. Me gusta esperar y ver lo que pasa. La vida es mucho más interesante de esa forma, ¿no te parece?
Quinta Avenida, Candace Bushnell.
Quinta Avenida, Candace Bushnell.
La huella de un beso
Tuvo la sensación de que en su estómago había obras y que, de repente, todos los trabajadores se habían puesto a darle al martillo neumático a la vez.
La huella de un beso, Daniel Glattauer.
La huella de un beso, Daniel Glattauer.
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Tengo ganas de ti
El amor es cuando no respiras, cuando es absurdo, cuando echas de menos, cuando es bonito aunque esté desafinado, cuando es locura... cuando solo de pensar en verlo con otra cruzarías a nado el océano.
Tengo ganas de ti, Federico Moccia.
Tengo ganas de ti, Federico Moccia.
La mecánica del corazón
Esta vez no le daré solo la llave, sino el corazón entero, con la esperanza de que le apetezca de nuevo reparar el amor conmigo.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
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La mecánica del corazón
Me curo de este amor perdido a golpes de consuelo.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
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La mecánica del corazón
Por mucho que uno se deleite con la luna, también necesita del sol.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
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La mecánica del corazón
Tengo resaca amorosa y no me conviene un despertar tan violento.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
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Mathias Malzieu
La mecánica del corazón
Tienes que comportarte como un jugador de póquer. Jamás muestres tus dudas ni tu miedo. En tu mano tienes una carta maestra, es tu corazón.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
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Mathias Malzieu
La mecánica del corazón
No podemos volver jamás sobre nuestros actos pasados, ni siquiera con un reloj en el corazón.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
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Mathias Malzieu
La mecánica del corazón
Nos frotaremos el uno contra el otro hasta chamuscarnos el esqueleto, y cuando el reloj de mi corazón dé las doce en punto, arderemos, sin necesidad de abrir los ojos.
La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.
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Mathias Malzieu
Blanca como la nieve roja como la sangre
Quiero una vida temeraria. Quiero una vida como las de las peliculas.
Blanca como la nieve roja como la sangre, Alessandro D'Avenia.
Blanca como la nieve roja como la sangre, Alessandro D'Avenia.
El retrato de Dorian Gray
La pasión romántica vive por repetición, y la repetición hace artístico un deseo. Además, cada vez que se ama es la única vez que se ha amado nunca. La diferencia de objeto no altera la unidad de la pasión. La intensifica simplemente. No podemos tener en la vida más que una gran prueba a lo más, y el secreto de la vida está en repetirla lo más a menudo posible.
El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde.
El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde.
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Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray
Todos los sombreros bonitos están hechos con nada.
El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde.
El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde.
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Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray
¿Es una cosa tan terrible la insinceridad? Yo creo que no. Es simplemente un método con el cul podemos multiplicar nuestras personalidades.
El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde.
El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde.
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Oscar Wilde
Blanca como la nieve roja como la sangre
El silencio es blanco. De hecho el blanco es un color que no soporto, es que el blanco ni siquiera es un color. No es nada. Una nada sin palabras o sin música. En silencio. En blanco.
Blanca como la nieve roja como la sangre, Alessandro D'Avenia.
Bel: Amor más allá de la muerte
Supongo que sabes que en la vida ocurren ese tipo de casualidades. De hecho, todos somos, de un modo u otro, el resultado de un montón de casualidades inexplicables. Por mucho que a algunos les desagrade, hay que reconocerle a la poderosa ley del azar el sitio que se merece en nuestros destinos.
Bel: Amor más allá de la muerte, Care Santos.
Bel: Amor más allá de la muerte, Care Santos.
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Care Santos
Amante oscuro
Bienvenido al maravilloso mundo de los celos. Por el precio de la entrada, se obtiene un dolor de cabeza, un deseo casi irresistible de cometer un asesinato y complejo de inferioridad.
Amante oscuro, J. R. Ward.
Amante oscuro, J. R. Ward.
La bailarina y el inglés
Ama la libertad y la libertad te amará.
La bailarina y el inglés,
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Emilio Calderón,
La bailarina y el inglés
Las consecuencias del amor
La vida es hermosa, no te rindas.
Las consecuencias del amor, Sulaiman Addonia.
Las consecuencias del amor, Sulaiman Addonia.
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Sulaiman Addonia
La tuneladora
La casualidad, lo inesperado, lo leve, aquello con lo que no contamos es lo que, a veces, desbarata nuestros planes más elaborados y los más audaces.
La tuneladora, Fernando Lalana.
La tuneladora, Fernando Lalana.
Las consecuencias del amor
¿A caso no es la vida algo temporal?
La consecuencia del amor, Sulaiman Addonia.
La consecuencia del amor, Sulaiman Addonia.
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Sulaiman Addonia
Fenris el elfo
- No tienes ni la menor idea de lo que ha significado para mí recoger todos los pedazos de mis sueños rotos.
Fenris el elfo, Laura Gallego.
Fenris el elfo, Laura Gallego.
Amante desatado
Porque el amor, después de todo, era eterno y no estaba sujeto a los caprichos de la muerte.
Amante desatado, J. R. Ward.
Amante desatado, J. R. Ward.
Amante desatado
Mientras sacudía la cabeza, recordó su frase favorita de Sherlock Holmes y la parafraseó: si se eliminan todas las explicaciones posibles, entonces la respuesta es lo imposible.
Amante desatado, J. R. Ward.
Amante desatado, J. R. Ward.
Amante confeso
Regla número uno. Odiaba pasar las horas del día lejos de él, odiaba la distancia entre ellos y no iba a permitirle que se marchara de su lado. Nunca.
Amante confeso, J. R.Ward.
Amante confeso, J. R.Ward.
sábado, 16 de junio de 2012
Como agua para chocolate.
¿Pero qué es la decencia? ¿Negar todo lo que uno quiere verdaderamente?
Como agua para chocolate, Laura Esquivel.
Como agua para chocolate, Laura Esquivel.
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Como agua para chocolate,
Laura Esquivel
Como agua para chocolate
"Estar como agua para chocolate": es decir, a punto de explotar de rabia o de pasión amorosa.
Como agua para chocolate, Laura Esquivel.
Como agua para chocolate, Laura Esquivel.
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Como agua para chocolate,
Laura Esquivel
No pidas sardinas fuera de temporada
Sin amor somos como barcos en la oscuridad.
No pidas sardinas fuera de temporada, A. Martín y J. Ribera.
No pidas sardinas fuera de temporada, A. Martín y J. Ribera.
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A. Martín,
J. Ribera,
No pidas sardinas fuera de temporada
Amante despierto.
Hasta que tú me encontraste, estaba muerto aunque respiraba. Estaba ciego aunque podía ver. Y luego llegaste... y desperté.
Amante despierto, J. R. Ward.
Amante despierto, J. R. Ward.
Amante despierto.
A veces toda tu vida puede colgar de un hilo, o de una fracción de segundo. O de un golpe en la puerta.
Amante despierto, J. R. Ward.
Amante despierto, J. R. Ward.
Amante despierto
A veces hay que empezar volviendo al punto de partida.
Amante despierto, J.R. Ward.
Latidos
La primera punzada de amor es como una puesta de sol, una explosión de color: naranjas, rosas irisados, morados vibrantes...
Latidos, Anna Godbersen.
Latidos, Anna Godbersen.
Latidos
Eso era. Así debía de ser. Un beso debía bajarte hasta los dedos de los pies y hacerlos bailar, solo un poquito.
Latidos, Anna Godbersen.
Latidos, Anna Godbersen.
domingo, 11 de marzo de 2012
Leyendas: La ajorca de oro.
- No me preguntes por qué lloro, no me lo preguntes, pues ni yo sabré contestarte ni tú comprenderme. Hay deseos que se ahogan en nuestra alma de mujer, sin que los revele más que un suspiro; ideas locas que cruzan por nuestra imaginación, sin que ose formularlas el labio; fenómenos incomprensibles de nuestra naturaleza misteriosa, que el hombre no puede aun concebir.
Leyendas: La ajorca de oro, Gustavo Adolfo Béquer.
Leyendas: La ajorca de oro, Gustavo Adolfo Béquer.
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Gustavo Adolfo Bécquer,
Leyendas: La ajorca de oro
Leyendas: La ajorca de oro.
Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que inspira vértigo, hermosa con esa hermosura que no se parece en nada a la que soñamos en los ángeles y que, sin embargo, es sobrenatural; hermosura diabólica, que tal vez presta el demonio a algunos seres para hacerlos sus instrumentos en la tierra.
Él la amaba; la amaba con ese amor que no conoces freno ni límites; la amaba con ese amor en que se busca un goce y sólo se encuentra martirios, amor que se asemeja a la felicidad y que, no obstante, diríase que lo infunde el cielo para la expiación de una culpa.
Leyendas: La ajorca de oro, Gustavo Adolfo Bécquer.
Él la amaba; la amaba con ese amor que no conoces freno ni límites; la amaba con ese amor en que se busca un goce y sólo se encuentra martirios, amor que se asemeja a la felicidad y que, no obstante, diríase que lo infunde el cielo para la expiación de una culpa.
Leyendas: La ajorca de oro, Gustavo Adolfo Bécquer.
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Leyendas: La ajorca de oro
Amante vengado.
Los componentes de la mentira siempre eran los mismo: la verdad objetiva era deformada, o escondida o completamente suplantada, con el propósito de engañar. Pero lo más turbio eran las motivaciones que se escondían tras esas falsificaciones.
Amante vengado, J. R. Ward.
Amante vengado, J. R. Ward.
Amante vengado.
Pero de vez en cuando, como por arte de magia, alguien lograba llegar hasta el fondo de tu alma y cambiaba tu forma de verte a ti mismo. SI tenías suerte, era tu pareja... y la trasformación te recordaba nuevamente que estabas con la persona correcta: porque lo que esa persona decía no te tocaba por venir de donde venía, sino por el contenido del mensaje.
Amante vengado, J. R. Ward.
Amante vengado, J. R. Ward.
Amante vengado.
- ¿Ehlena? Ehlena... ¿Estás ahí, Ehlena?
Más tarde, mucho más tarde, ella pensaría que esas tres palabras habían sido el precipicio desde el que había saltado: "¿Estás ahí, Ehlena?".
Realmente esas tres palabras fueron el comienzo de todo lo que siguió, el punto de partida de un viaje desgarrador, disfrazado bajo la forma de una sencilla pregunta.
Y Ehlena se alegró de no saber adónde la llevaría. Porque a veces lo único que te ayuda a salir del infierno es que ya estás demasiado hundida para sumergirte más.
Amante vengado, J. R. Ward.
Más tarde, mucho más tarde, ella pensaría que esas tres palabras habían sido el precipicio desde el que había saltado: "¿Estás ahí, Ehlena?".
Realmente esas tres palabras fueron el comienzo de todo lo que siguió, el punto de partida de un viaje desgarrador, disfrazado bajo la forma de una sencilla pregunta.
Y Ehlena se alegró de no saber adónde la llevaría. Porque a veces lo único que te ayuda a salir del infierno es que ya estás demasiado hundida para sumergirte más.
Amante vengado, J. R. Ward.
Amante vengado.
El sonido de la voz de Ehlena en su oído hizo algo que no habían podido hacer ni el agua hirviendo, ni la manta de visón, ni la extravagante temperatura a la que mantenía el termostato. Una sensación de calidez se difundió por su pecho, superando el entumecimiento y el frío y llenándolo de... vida.
Amante vengado, J.R. Ward.
Amante vengado, J.R. Ward.
martes, 21 de febrero de 2012
Sinsajo.
Así que, después cuando me susurra:
- Me amas. ¿Real o no?
Yo respondo:
- Real.
Sinsajo, Suzanne Collins.
- Me amas. ¿Real o no?
Yo respondo:
- Real.
Sinsajo, Suzanne Collins.
Sinsajo.
- Tu color favorito... ¿es el verde?
- Sí -respondo, y entonces se me ocurre algo que añadir-. Y el tuyo es el naranja.
-¿Naranja? -repite él, poco convencido.
-No el naranja chillón, sino el suave, como una puesta de sol -respondo-. Al menos, eso me dijiste una vez.
-Ah -responde él, y cierra los ojos un momento, quizá para intentar imaginar esa puesta de sol; después asiente-. Gracias.
Pero me salen más palabras.
- Eres pintor. Eres panadero. Te gusta dormir con las ventanas abiertas. Nunca le pones azúcar al té. Y siempre le haces dos nudos a los cordones de los zapatos.
Después me meto en la tienda antes de hacer alguna estupidez, como llorar, por ejemplo.
Sinsajo, Suzanne Collins.
- Sí -respondo, y entonces se me ocurre algo que añadir-. Y el tuyo es el naranja.
-¿Naranja? -repite él, poco convencido.
-No el naranja chillón, sino el suave, como una puesta de sol -respondo-. Al menos, eso me dijiste una vez.
-Ah -responde él, y cierra los ojos un momento, quizá para intentar imaginar esa puesta de sol; después asiente-. Gracias.
Pero me salen más palabras.
- Eres pintor. Eres panadero. Te gusta dormir con las ventanas abiertas. Nunca le pones azúcar al té. Y siempre le haces dos nudos a los cordones de los zapatos.
Después me meto en la tienda antes de hacer alguna estupidez, como llorar, por ejemplo.
Sinsajo, Suzanne Collins.
Sinsajo.
Me pongo de pie, vuelvo a los árboles y apoyo la mano en el rugoso tronco del arce en el que están los pájaros. No he cantado El árbol del ahorcado en voz alta desde hace diez años porque está prohibido, pero recuerdo todas las palabras. Empiezo en voz baja, dulce, como hacía mi padre.
¿Vas, vas a volver
al árbol en el que colgaron
a un hombre por matar a tres?
Cosas extrañas pasaron en él,
no más extraño sería
en el árbol del ahorcado reunirnos al anochecer.
Los sinsajos empìezan a cambiar sus canciones al darse cuenta de mi nuevo ofrecimiento.
¿Vas, vas a volver
al árbol donde el hombre muerto
pidió a su amor huir con él?
Cosas extrañas pasaron en él,
no más extraño sería
en el árbol del ahorcado reunirnos al anochecer.
Ya he captado la atención de los pájaros. Sólo tardarán otra estrofa en entender la melodía, ya que es sencilla y se repite cuatro veces sin mucha variación.
¿Vas, vas a volver
al árbol donde te pedí huir
y en libertad juntos correr?
Cosas extrañas pasaron en él,
no más extraño sería
en el árbol del ahorcado reunirnos al anochecer.
Los árboles callan, sólo se oye el susurro de las hojas con la brisa, pero nada de pájaros, ni sinsajos ni otros. Peeta tiene razón: guardan silencio cuando canto, igual que hacían con mi padre.
¿Vas, vas a volver
al árbol con un collar de cuerda
para conmigo pender?
Cosas extrañas pasaron en él,
no más extraño sería
en el árbol del ahorcado reunirnos al anochecer.
Los pájaros esperan a que siga, pero ya está, última estrofa.
Sinsajo, Suzanne Collins.
El vals lento de las tortugas.
- ¿Y existe alguna otra cosa que te hayas jurado tener? - preguntó sintiendo que aquel momento era precioso, que ella había bajado la guardia.
- Sí - respondió ella, sin temblar, sabiendo perfectamente a qué se refería él, pero rechazando responderle.
No dejaban de mirarse fijamente.
- ¿Como qué?
- Not your business!
- Sí. Dímelo...
Él esbozó una sonrisita enigmática, como si reconociera que ella podría tener razón, pero que el asunto no estaba todavía resuelto. Ni mucho menos. Siguió después un minuto de gran solemnidad que les llevó a un terreno en el que todavía no habían entrado nunca: el del abandono. Se analizaban el interior del alma, el terciopelo del corazón y podían decirse, aunque sin pronunciar palabra, lo que pensaban exactamente. Se lo dijeron con los ojos. Como si aquello no existiera o debiera existir todavía. Bailaron dos pasos de tango con ese terciopelo del corazón, se besaron dulcemente en la boca del alma, y después volvieron al ruido de los coches en la calle y los peatones que perdían su donut al correr.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
- Sí - respondió ella, sin temblar, sabiendo perfectamente a qué se refería él, pero rechazando responderle.
No dejaban de mirarse fijamente.
- ¿Como qué?
- Not your business!
- Sí. Dímelo...
Él esbozó una sonrisita enigmática, como si reconociera que ella podría tener razón, pero que el asunto no estaba todavía resuelto. Ni mucho menos. Siguió después un minuto de gran solemnidad que les llevó a un terreno en el que todavía no habían entrado nunca: el del abandono. Se analizaban el interior del alma, el terciopelo del corazón y podían decirse, aunque sin pronunciar palabra, lo que pensaban exactamente. Se lo dijeron con los ojos. Como si aquello no existiera o debiera existir todavía. Bailaron dos pasos de tango con ese terciopelo del corazón, se besaron dulcemente en la boca del alma, y después volvieron al ruido de los coches en la calle y los peatones que perdían su donut al correr.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
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Katherine Pancol
El vals lento de las tortugas.
Tenía el pelo rubio muy fino, la piel pálida, un carmín oscuro que dejaba marcas en su vaso. Parecía una guirnalda de besos rojo sangre. Bebía una cerveza tras otra. Encadenaba los cigarrillos.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
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Katherine Pancol
El vals lento de las tortugas.
- Mi querida Hortense - le había ducho Gary un día que bajaban Oxford Street -, deberías ir a psicoanalizarte, eres un mostruo.
- ¿Porque digo lo que pienso?
- ¡Porque te atreves a pensar lo que piensas!
- Ni hablar, perdería mi creatividad. No puedo convertirme en un ser normal, ¡quiero ser una neurótica genial como mademoiselle Chanel! ¿Acaso crees que ella fue a psicoanalizarse?
- No lo sé, pero me voy a informar.
- Tengo mis defectos, los conozco, los comprendo y me los perdono. Punto final. Cuando no haces trampas contigo mismo, tienes respuestas para todo. Es la gente que se monta películas la que va a tumbarse ante un psicólogo. Yo me asumo. Me quiero. Creo que soy una chica formidable, guapa, inteligente, dotada. No vale la pena que me esfuerce para gustar a los demás.
- Lo que yo decía: eres un monstruo.
- ¿Puedo decirte algo, Gary? He visto tantas veces cómo embaucaban a mi madre, que me he jurado embaucar al mundo entero antes de que me toque un solo pelo.
- Tu madre es una santa y no merece tener una hija como tú.
- ¡Una santa que ha hecho que me horroricen la bondad y la caridad! Me ha servido de psicólogo inverso: me ha instalado en todas mi neurosis. Y de hecho se lo agradezco, sólo afirmándose diferente, resultantemente diferente y liberada de todo sentimiento, se tiene éxito.
- ¿Éxito en qué, Hortense?
- Avanzas, no pierdes el tiempo, te liberas, reinas y ganas mucho dinero haciendo lo que quieres. Como mademoiselle Chanel, te digo. Cuando haya tenido éxito. me convertiré en humana. Será mi hobby, una ocupación deliciosa.
- Será demasiado tarde. Estarás sola, sin amigos.
- Eso es fácil de decir para ti. Has nacido con un juego de cucharitas de oro en la boca. A mí me toca remar, remar y remar...
- ¡No tienes muchos callos en las manos para ser una remera!
- Los callos los tengo en el alma.
- ¿Tienes alma? Es bueno saberlo.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
- ¿Porque digo lo que pienso?
- ¡Porque te atreves a pensar lo que piensas!
- Ni hablar, perdería mi creatividad. No puedo convertirme en un ser normal, ¡quiero ser una neurótica genial como mademoiselle Chanel! ¿Acaso crees que ella fue a psicoanalizarse?
- No lo sé, pero me voy a informar.
- Tengo mis defectos, los conozco, los comprendo y me los perdono. Punto final. Cuando no haces trampas contigo mismo, tienes respuestas para todo. Es la gente que se monta películas la que va a tumbarse ante un psicólogo. Yo me asumo. Me quiero. Creo que soy una chica formidable, guapa, inteligente, dotada. No vale la pena que me esfuerce para gustar a los demás.
- Lo que yo decía: eres un monstruo.
- ¿Puedo decirte algo, Gary? He visto tantas veces cómo embaucaban a mi madre, que me he jurado embaucar al mundo entero antes de que me toque un solo pelo.
- Tu madre es una santa y no merece tener una hija como tú.
- ¡Una santa que ha hecho que me horroricen la bondad y la caridad! Me ha servido de psicólogo inverso: me ha instalado en todas mi neurosis. Y de hecho se lo agradezco, sólo afirmándose diferente, resultantemente diferente y liberada de todo sentimiento, se tiene éxito.
- ¿Éxito en qué, Hortense?
- Avanzas, no pierdes el tiempo, te liberas, reinas y ganas mucho dinero haciendo lo que quieres. Como mademoiselle Chanel, te digo. Cuando haya tenido éxito. me convertiré en humana. Será mi hobby, una ocupación deliciosa.
- Será demasiado tarde. Estarás sola, sin amigos.
- Eso es fácil de decir para ti. Has nacido con un juego de cucharitas de oro en la boca. A mí me toca remar, remar y remar...
- ¡No tienes muchos callos en las manos para ser una remera!
- Los callos los tengo en el alma.
- ¿Tienes alma? Es bueno saberlo.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
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Katherine Pancol
El vals lento de las tortugas.
¿Y qué se hace cuando el amor cava un agujero en el corazón, un agujero tan grande que parece de obús, tan grande que se podría ver el cielo a través?, se preguntaba Joséphine de camino a su cita con Luca. ¿Quién podrá decirme lo que siente por mí? No me atrevo a decirle "le quiero", tengo miedo de que sea una palabra demasiado importante. Sé muy bien que en mis "le quiero" hay un "¿me quiere usted?" que no me atrevo pronunciar, por miedo a que se aleje con las manos en los bolsillos de su parka. ¿Una mujer enamorada es forzosamente una mujer inquieta, dolorida?
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
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Katherine Pancol
El vals lento de las tortugas.
- Qué guapa eres - sonrió Joséphine revolviendo el pelo de Zoé -. Deberías cepillarte el pelo, se te va a enredar.
- Me gustaría ser un koala... Así no tendría que peinarme.
- ¡Ponte recta!
- ¡La vida es dura cuando no se es un koala! - suspiró Zoé incorporándose.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
- Me gustaría ser un koala... Así no tendría que peinarme.
- ¡Ponte recta!
- ¡La vida es dura cuando no se es un koala! - suspiró Zoé incorporándose.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
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Katherine Pancol
El vals lento de las tortugas.
- Mamá, no quiero ser mayor. A veces tengo mucho miedo, ¿sabes?...
- ¿De qué?
- No lo sé. Y eso me da más miedo aún.
Su reflexión era tan exacta que asustó a Joséphine.
- Mamá..., ¿cómo se sabe cuando una es adulta?
- Cuando se es capaz de tomar una decisión muy importante completamente sola, sin preguntar nada a nadie.
- Tú eres adulta... ¡Eres incluso muy, muy adulta!
A Joséphine le hubiese gustado decirle que ella dudaba a menudo, que dejaba actuar a la suerte, al azar, al futuro.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
- ¿De qué?
- No lo sé. Y eso me da más miedo aún.
Su reflexión era tan exacta que asustó a Joséphine.
- Mamá..., ¿cómo se sabe cuando una es adulta?
- Cuando se es capaz de tomar una decisión muy importante completamente sola, sin preguntar nada a nadie.
- Tú eres adulta... ¡Eres incluso muy, muy adulta!
A Joséphine le hubiese gustado decirle que ella dudaba a menudo, que dejaba actuar a la suerte, al azar, al futuro.
El vals lento de las tortugas, Katherine Pancol.
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Katherine Pancol
sábado, 14 de enero de 2012
Numbers
Quería decirle que lo sabía. Que todo había pasado como yo creía que pasaría, tan rápido que no pude detenerlo y a la vez tan lento que parecía que cada momento llevaba inevitablemente al siguiente. Tantas oportunidades de hacer algo diferente, de cambiar lo establecido... Lo había reproducido en mi mente un millón de veces. Debería haberlo mantenido en un sitio seguro.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers
¿Alguien se puede imaginar lo que es oír esas palabras? ¿Oír que la persona que amas te diga que te ama también? Si hay alguien que no lo sepa, espero que lo experimente algún día.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers
¿Cuánta agente llega a conocer a la persona con la que está destinada a estar? Si nos manteníamos dentro, lejos de cualquier cosa que pudiera hacernos daño, tal vez consiguiéramos burlar los números.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers
No puedo soportar a los hombres que lloran. No está bien, ¿a que no? Sus caras no están hechas para eso; se arrugan de una manera extraña y duele mirarlas.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers
Me hervía la sangre. Sí, me gustaba. Pensaba en él cada minuto de cada día. Me dolía estar sin él. Le quería. Todas esas cosas que no podía decir a nadie, excepto, tal vez, a él.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers
Contuve la respiración; sí, es algo estúpido, pero cuando estás entre la espada y la pared no siempre piensas con lógica.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers
Era uno de esos días grises de octubre en los que parece que nunca acaba de amanecer. No llovía, pero la lluvia estaba ahí, en el aire, en las caras, emborronándolo todo. Podía sentirla calando la sudadera y la capucha, haciendo que se me enfriaran los hombros y la parte de arriba de la espalda.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers
Hay lugares adonde van los chicos como yo. Chicos tristes, malos, aburridos, solitarios, chicos diferentes. Se nos puede encontrar allí cualquier día de la semana si se sabe dónde buscar: detrás de las tiendas, en callejones, bajo los puentes a la orilla de canales o ríos, tras los garajes, en cobertizos o en descampados. Somos miles. Si se nos quiere enocntrar, claro... La mayoría de la gente no quiere.
Numbers, Rachel Ward.
Numbers, Rachel Ward.
jueves, 12 de enero de 2012
Eragon
- ¿Podríais decirnos cuál es la casa de Jeod?
- Sí, podría - respondió sin dejar de escribir.
- ¿Y nos lo diréis?
- Sí.
Pero se quedó en silencio mientras escribía más deprisa.
La rana que tenía en la mano croó y los miró con ojos torvos. Brom y Eragon esperaron incómodos, pero la mujer no dijo nada más. Eragon estaba a punto de soltar algo, cuando Angela levantó la vista.
- ¡Por supuesto que os lo diré! Lo único que tenéis que hacer es preguntarlo. La primera pregunta fue si "podría" o no decirlo, y la segunda, si lo "haría". Pero en realidad no me habéis hecho la pregunta.
- Pues dejadme que os la haga adecuadamente- dijo Brom con una sonrisa -. ¿Donde vive Jeod? ¿Y por qué tiene usted una rana?
- Bueno, ahora sí que nos entendemos - bromeó la mujer-. La casa de Jeod es la de la derecha. En cuanto a la rana... (bien, en realidad es un sapo) estoy intentando demostrar que los sapos no existen... que sólo hay ranas.
- ¿Cómo es posible que no existan los sapos si ahora mismo tenéis uno en la mano derecha? - interrumpió Eragon -. Además, ¿para qué sirve demostrar que sólo hay ranas?
La mujer movió la cabeza con fuerza y los oscuros rizos rebotaron.
- No, no, no comprendéis. Si demuestro que los sapos no existen, entonces este bicho es una rana y nunca fue un sapo. Por lo tanto, el sapo que ves ahora no existe. Y - levantó el meñique - si demuestro que sólo hay ranas, los sapos no podrás hacer nada malo, como provocar que se caiga un diente, que salgan verrugas, o envenenar y matar a las personas. Además, las brujas no podrán usar ninguno de sus hechizos porque, naturalmente, no habrá ningún sapo.
- Comprendo - dijo Brom con delicadeza.
Eragon, Christopher Paolini.
- Sí, podría - respondió sin dejar de escribir.
- ¿Y nos lo diréis?
- Sí.
Pero se quedó en silencio mientras escribía más deprisa.
La rana que tenía en la mano croó y los miró con ojos torvos. Brom y Eragon esperaron incómodos, pero la mujer no dijo nada más. Eragon estaba a punto de soltar algo, cuando Angela levantó la vista.
- ¡Por supuesto que os lo diré! Lo único que tenéis que hacer es preguntarlo. La primera pregunta fue si "podría" o no decirlo, y la segunda, si lo "haría". Pero en realidad no me habéis hecho la pregunta.
- Pues dejadme que os la haga adecuadamente- dijo Brom con una sonrisa -. ¿Donde vive Jeod? ¿Y por qué tiene usted una rana?
- Bueno, ahora sí que nos entendemos - bromeó la mujer-. La casa de Jeod es la de la derecha. En cuanto a la rana... (bien, en realidad es un sapo) estoy intentando demostrar que los sapos no existen... que sólo hay ranas.
- ¿Cómo es posible que no existan los sapos si ahora mismo tenéis uno en la mano derecha? - interrumpió Eragon -. Además, ¿para qué sirve demostrar que sólo hay ranas?
La mujer movió la cabeza con fuerza y los oscuros rizos rebotaron.
- No, no, no comprendéis. Si demuestro que los sapos no existen, entonces este bicho es una rana y nunca fue un sapo. Por lo tanto, el sapo que ves ahora no existe. Y - levantó el meñique - si demuestro que sólo hay ranas, los sapos no podrás hacer nada malo, como provocar que se caiga un diente, que salgan verrugas, o envenenar y matar a las personas. Además, las brujas no podrán usar ninguno de sus hechizos porque, naturalmente, no habrá ningún sapo.
- Comprendo - dijo Brom con delicadeza.
Eragon, Christopher Paolini.
Eragon
- El tiempo no se detiene, y los años pasan, queramos o no... pero nos queda el recuerdo. Y aquello que parece perdido, puede que aún perviva en la memoria. Lo que escucharéis a continuación será imperfecto y fragmentado, pero guardadlo como un tesoro porque sólo lo sabréis vosotros. Os contaré ahora un recuerdo olvidado que ha quedado oculto en la soñadora bruma de nuestro pasado.
Eragon, Christopher Paolini.
Eragon, Christopher Paolini.
No es un crimen enamorarse
No es un crimen enamorarse. Eso pensaba yo, pero no estoy nada convencido. Si supieseis cómo ha cambiado mi vida, seguro que no os gustaría meteros en un asunto de ese tipo.
Yo no he podido elegir.
Hasta entonces - es decir, hasta hace unas semanas - era un chico bastante feliz. Digamos que sin problemas. Ahora es distinto, porque toda esa vida aceptable y cómoda se ha venido abajo por algo increíble: me he enamorado.
No me preguntéis cómo ha sido, porque así, tan a lo bestia, es la primera vez que me sucede; y dudo mucho que alguien pueda caer, al menos voluntariamente, en este confuso estado.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
Yo no he podido elegir.
Hasta entonces - es decir, hasta hace unas semanas - era un chico bastante feliz. Digamos que sin problemas. Ahora es distinto, porque toda esa vida aceptable y cómoda se ha venido abajo por algo increíble: me he enamorado.
No me preguntéis cómo ha sido, porque así, tan a lo bestia, es la primera vez que me sucede; y dudo mucho que alguien pueda caer, al menos voluntariamente, en este confuso estado.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
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No es un crimen enamorarse
No es un crimen enamorarse
Enamorarse no será un crimen, pero es criminal. Se pasa muy mal, eres incapaz de concentrarte en cualquier cosa (ni siquiera puedes jugar al parchís). Se tiene la cabeza ocupada todo el tiempo con una misma imagen, como si estuvieras hipnotizado. Se pierde el tiempo miserablemente. El corazón se bambolea como si cobijara una boa constrictor... Y no estoy seguro de que enamorarse sea un valor en alza.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
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No es un crimen enamorarse
Mi plan, que parecía infalible, y eso que no se lo había copiado a nadie, seguía su curso. Ni en las películas ni en las novelas que tengo hubo nunca un caso parecido. Mi cerebro, cuando se pone a funcionar a tope, me sorprende a mí mismo. Hercule Poirot se sentiría ofendido — ya que es incapaz de admirar a nadie — al toparse con alguien con tantas célula grises como yo.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
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No es un crimen enamorarse
No es un crimen enamorarse
No he nacido para criminal, lo tengo claro. Tampoco para enamorado. Aun así, me estaba rindiendo demasiado pronto. Si os dijera que desanimarme y abandonar no es una de mis características, deberíais creerme, aunque os advierto que, desde lo de Pilar, ya no me sorprende nada de mí mismo.
He llegado a la conclusión de que no me conozco.
La gran duda es saber quién soy realmente: si he vivido engañado todos estos años (desde que tengo uso de razón), o es precisamente ahora cuando estoy viviendo un espejismo. No lo sé y la verdad es que no se puede hacer nada por mí. Nadie me puede ayudar. No tengo solución.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
He llegado a la conclusión de que no me conozco.
La gran duda es saber quién soy realmente: si he vivido engañado todos estos años (desde que tengo uso de razón), o es precisamente ahora cuando estoy viviendo un espejismo. No lo sé y la verdad es que no se puede hacer nada por mí. Nadie me puede ayudar. No tengo solución.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
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¿Es todo esto algo normal o debería estar en tratamiento?
Lo dicho: no creo que un asesino se sintiera tan mal.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
Lo dicho: no creo que un asesino se sintiera tan mal.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
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No es un crimen enamorarse
En verdad yo era una víctima, pero me sentía como si fuese el asesino.
No es un crimen enamorarse, aunque en algunos casos (como el mío, que no tiene remedio) es peor.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
No es un crimen enamorarse, aunque en algunos casos (como el mío, que no tiene remedio) es peor.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
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No es un crimen enamorarse
No es un crimen enamorarse
Pero todo tiene su resplandor, y después llega la decadencia.
A mí me llegó prematuramente. Ya era un caso perdido.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
A mí me llegó prematuramente. Ya era un caso perdido.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
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No es un crimen enamorarse
viernes, 23 de diciembre de 2011
La elegancia del erizo
Pues por usted, a partir de ahora buscaré los siempres en los jamases.
La belleza en este mundo.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La belleza en este mundo.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo
Pensando en eso esta noche, con el corazón y el estómago hechos papillas, me digo que a fin de cuentas quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás.
Sí, eso es, un siempre en el jamás.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
Sí, eso es, un siempre en el jamás.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo,
Por primera vez en mi vida, he sentido el significado de la palabra nunca. Pues bien, es horrible. Pronunciamos esa palabra cien veces al día pero no sabemos lo que decimos antes de habernos enfrentado a un verdadero "nunca más". El caso es que uno siempre tiene la ilusión de que controla lo que ocurre; nada nos parece definitivo. Por mucho que me dijera estas últimas semanas que pronto me iba a suicidar, ¿de verdad lo creía? ¿De verdad me hacía sentir esta decisión el significado de la palabra "nunca"? En absoluto. Me hacía sentir mi poder de decidir. Y pienso que, unos segundos antes de matarme, ese "nunca más" habría seguido siendo una palabra vacía. Pero cuando alguien a quien se quiere muere... entonces de verdad os digo que uno siente lo que significa, y hace mucho, mucho, mucho daño. Es como un castillo de fuegos artificiales que se apagara de golpe y todo quedara negro. Me siento sola, enferma, me duele el corazón y cada movimiento me cuesta esfuerzos titánicos.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
¿Quiere esto decir que así es como uno tiene que vivir su vida? ¿Siempre en equilibrio entre la belleza y la muerte, el movimiento y la desesperación? Quizás estar vivo sea esto: Perseguir instantes que mueren.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
Señoras.
Señoras que salen una noche a cenar a un restaurante lujoso, invitadas por un adinerado y amable caballero, actúen en todo momento con la misma elegancia. Ya las sorprendan, las irriten o las desconcierten, conserven un mismo refinamiento en la impasibilidad y, ante palabras chocantes, reaccionen con la distinción que tales circunstancias requieren.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
Señoras que salen una noche a cenar a un restaurante lujoso, invitadas por un adinerado y amable caballero, actúen en todo momento con la misma elegancia. Ya las sorprendan, las irriten o las desconcierten, conserven un mismo refinamiento en la impasibilidad y, ante palabras chocantes, reaccionen con la distinción que tales circunstancias requieren.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
¿Qué guerra es esta que combatimos, seguros de nuestra derrota? Aurora tras aurora, extenuados ya de todas las batallas que aún están por venir, nos acompaña el espanto del día a día, ese pasillo sin fin que, en las horas postreras, será nuestro destino por haberlo recorrido tantas veces. Sí, ángel mío, así es el día a día: tedioso, vacío y anegado en desdicha. Las calles del infierno no le son nada ajenas; uno acaba allí un buen día por haber permanecido en ese pasillo demasiado tiempo. De una pasillo a las calles: entonces acontece la caída, sin sacudidas ni sorpresas. Cada día volvemos a experimentar la tristeza del pasillo y, paso tras paso, seguimos el camino de nuestra lúgubre condena.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
Sí, ángel mío, sí que puedo. En las calles del infierno, bajo el diluvio, sin aliento y con el corazón en los labios, una tenue luz: son camelias.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
Y, de repente, caigo en la cuenta de que estoy sentada en mi cocina, en París, en ese otro mundo en cuyo seno he cavado mi pequeño nicho invisible y con el que me he guardado muy mucho de mezclarme, y que lloro a lágrima viva mientras una niña de mirada prodigiosamente cálida sostiene mi mano entre las suyas y me acaricia con dulzura los dedos.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
De taciturna me convertí pues en clandestina.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
Pero ¿qué era lo magnífico? Yo no daba crédito: no era más que un capullo de rosa en el extremo de un tallo que acababa de caer sobre la encimera. ¿Entonces?
Lo he comprendido al acercarme y al mirar el capullo de rosa inmóvil, que había concluido su caída. Es algo que tiene que ver con el tiempo, no con el espacio. Oh, claro, siempre es bonito un capullo de rosa que acaba de caer con un movimiento grácil. Es tan artístico: ¡dan ganas de pintarlo una y otra vez!
La elegancia del erizo, Muriela Barbery.
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La elegancia del erizo
El movimiento, este fenómeno que uno cree que es algo espacial...
Pero al mirar este capullo y este tallo, he intuido en una milésima de segundo la esencia de la belleza.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
Pero al mirar este capullo y este tallo, he intuido en una milésima de segundo la esencia de la belleza.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalitos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
La elegancia del erizo
En el calor de la sala, al borde del llanto, feliz como nunca me había sentido, sostuve su mano tibia por primera vez desde hacía meses. Sabía que una oleada inesperada de energía lo había hecho levantarse de la cama, le había dado la fuerza de vestirse, la sed de salir, el deseo de que una vez más compartiéramos ese placer conyugal, y sabía también que era señal de que quedaba poco tiempo, era el estado de gracia que precede al final, pero me importaba y sólo quería disfrutar de aquello, de esos instantes que le robábamos al yugo de la enfermedad, de su mano tibia en la mía y de las vibraciones de placer que nos recorrían a ambos porque, a Dios gracias, era una película cuyo sabor podíamos compartir.
Pienso que murió inmediatamente después. Su cuerpo resistió tres semana más todavía, pero su espíritu se extinguió al final del pase, porque sabía que era mejor así, porque me había dicho adiós en la sala oscura, sin anhelos desgarradores en exceso, porque había hallado la paz así, seguro de lo que nos habíamos dicho sin necesidad de palabras, mientras mirábamos juntos la pantalla iluminada en la que narraba una historia.
Yo lo acepté.
La caza del octubre rojo era la película de nuestro último abrazo.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
Pienso que murió inmediatamente después. Su cuerpo resistió tres semana más todavía, pero su espíritu se extinguió al final del pase, porque sabía que era mejor así, porque me había dicho adiós en la sala oscura, sin anhelos desgarradores en exceso, porque había hallado la paz así, seguro de lo que nos habíamos dicho sin necesidad de palabras, mientras mirábamos juntos la pantalla iluminada en la que narraba una historia.
Yo lo acepté.
La caza del octubre rojo era la película de nuestro último abrazo.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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lunes, 12 de diciembre de 2011
La elegancia del erizo
Su movimiento se anticipa a sí mismo. No sé muy bien cómo explicarlo, pero cuando te desplazas, de alguna manera ese movimiento hacia algo te desestructura: estás ahí y a la vez no estás porque ya estás yendo a otra parte, no sé si me explico. Para dejar de desestructurarse, habría que dejar de moverse por completo. O te mueves y ya no estás entero, o estás entero y no te puedes mover.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
La elegancia del erizo, Muriel Barbery.
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Muriel Barbery
sábado, 10 de diciembre de 2011
La elegancia del erizo
Justo en este momento, mientras escribo, Constitución pasa por delante de mí arrastrando la tripa sobre el suelo. Esta gata no tiene ningún proyecto en la vida y sin embargo se dirige hacia algo, probablemente un sillón. Y eso se ve en su manera de moverse: va hacia algo, y recalco el "hacia".
La elegancia del erizo, Muriel Barbery,
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Muriel Barbery
domingo, 4 de diciembre de 2011
Amante desatado
- No creo que pueda hacerlo. No creo que pueda vivir sin ella.
- ¿Acaso tienes alternativa?
"No - pensó V - Ninguna alternativa"
Pensándolo bien, esa palabra nunca debería aplicarse al destino de las personas. Nunca. La palabra 'alternativa' debía quedar relegada a la televisión y a las comedias.
- ¿Acaso tienes alternativa?
"No - pensó V - Ninguna alternativa"
Pensándolo bien, esa palabra nunca debería aplicarse al destino de las personas. Nunca. La palabra 'alternativa' debía quedar relegada a la televisión y a las comedias.
Amante desatado, J. R. Ward.
La huella de un beso
Kurt volvía a ser el mismo de siempre. Por la mañana temprano durmió muy profundamente. A media mañana durmió bastante profundamente. A mediodía disfrutó de un sueño profundo. A media tarde durmió bastante profundamente. Al anochecer durmió muy profundamente. Y entretanto, Max lo arrastró dos veces a la calle y una, con el hocico por delante, hasta el recipiente de la comida. Probablemente, logró introducir esas actividades en el sueño sin llegar a despertarse.
La huella de un beso, Daniel Glattauer.
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Daniel Glattauer,
La huella de un beso
The host
''Cuando inhalé aire otra vez, vi las estrellas de nuevo, pero no me llamaban, sino que me dejaron marchar hacia ese negro universo por el que había vagado durante tantas vidas. Me deslicé en la negrura y ésta se volvió más y más brillante. Ya no era negra, sino azul. De un cálido, vibrante y brillante azul. Me deslicé en él sin temor'' (Me gusta porque el color azul, es el color de los ojos de Ian, y por eso no tiene miedo de adentrarse en la oscuridad ''azul''.)
The host, Stephenie Meyer.
The host, Stephenie Meyer.
El chico que imitaba a Roberto Carlos
¿Os gusta ir por la calle, y sorprender a una chica mirándoos, y que se sonroje y aparte la vista? A mi sí, porque piensas que le gustas y te sientes elegido, distinto y privilegiado, sientes que la gente puede quererte y hacerte caso, y por un rato caminas más erguido y más alegre y optimista, hasta que ya ha pasado suficiente tiempo desde que la chica te ha mirado y se ha ruborizado, y entonces te deshinchas un poco y vuelves a andar normal, ni sacando pecho ni cabizbajo, como siempre, relajado.
El chico que imitaba a Roberto Carlos, Martín Casariego Córdoba.
El chico que imitaba a Roberto Carlos, Martín Casariego Córdoba.
Ángeles rebeldes
- En los libros, la verdad hace que todo sea bueno y agradable. La bondad prevalece. La maldad pierde. hay felicidad. Pero la vida no es así.
- No- le doy la razón-. Aquí la verdad sólo sirve para conocer las cosas.
Miramos el cielo y las nubes.
- ¿Por qué tenemos que preocuparnos tanto, entonces?- pregunta Ann.
- Porque la ilusión no dura siempre. Nadie tiene tanta magia.
Nos quedamos en silencio. Nadie se atreve a hacer una broma, a hablar de lo que nos ha sucedido o de lo que nos puede suceder. Estamos allí, juntas y en silencio. Y en ese momento entiendo que tengo amigas de verdad. Que algunas veces tu lugar no es algo que encuentras sino algo que tienes cuando necesitas.
Ángeles rebeldes, Libba Bray.
- No- le doy la razón-. Aquí la verdad sólo sirve para conocer las cosas.
Miramos el cielo y las nubes.
- ¿Por qué tenemos que preocuparnos tanto, entonces?- pregunta Ann.
- Porque la ilusión no dura siempre. Nadie tiene tanta magia.
Nos quedamos en silencio. Nadie se atreve a hacer una broma, a hablar de lo que nos ha sucedido o de lo que nos puede suceder. Estamos allí, juntas y en silencio. Y en ese momento entiendo que tengo amigas de verdad. Que algunas veces tu lugar no es algo que encuentras sino algo que tienes cuando necesitas.
Ángeles rebeldes, Libba Bray.
No es un crimen enamorarse
Ahora soy otro. He cambiado. Ya no tiemblo por dentro, como si tuviese un ataque de epilepsia, al cruzarme con ella en los pasillos, y alguna vez nos hemos saludado suavemente (cuando va con Ángela). Ya puedo verla casi con normalidad. Saber que no tiene por qué amarme, que ése es un tema archivado, me ha tranquilizado.
Sin embargo, creo que, en fondo, no lo he superado del todo. (No se lo digáis a nadie. Ni siquiera lo sabe Alberto).
Dicen que el criminal siempre vuelve al lugar del crimen. A veces, he pasado por su calle, y sólo por saber que ella vive allí y que puedo encontrármela en cualquier momento, el corazón se me pone a latir más deprisa.
Es que para mí fue algo muy profundo, a pesar de que no salí con ella.
Quizás os parezca una tontería.
Sin embargo, creo que, en fondo, no lo he superado del todo. (No se lo digáis a nadie. Ni siquiera lo sabe Alberto).
Dicen que el criminal siempre vuelve al lugar del crimen. A veces, he pasado por su calle, y sólo por saber que ella vive allí y que puedo encontrármela en cualquier momento, el corazón se me pone a latir más deprisa.
Es que para mí fue algo muy profundo, a pesar de que no salí con ella.
Quizás os parezca una tontería.
No es un crimen enamorarse, José María Plaza.
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José María Plaza,
No es un crimen enamorarse
La sombra del viento
- Mira que hay gente mala...
- Mala no; imbécil, que no es lo mismo. El mal presupone una determinación moral, intención y cierto pensamiento. El imbécil o cafre no se para a pensar ni a razonar. Actúa por instinto, como bestia del establo, convencido de que hace el bien, de que siempre tiene la razón y orgulloso de ir jodiendo, con perdón, a todo aquel que se le antoja diferente a él mismo, bien sea por el color, por creencia, por idioma, por nacionalidad, o por sus hábitos de ocio. Lo que hace falta en el mundo es más gente mala de verdad y menos cazurros limítrofes.
La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón.
- Mala no; imbécil, que no es lo mismo. El mal presupone una determinación moral, intención y cierto pensamiento. El imbécil o cafre no se para a pensar ni a razonar. Actúa por instinto, como bestia del establo, convencido de que hace el bien, de que siempre tiene la razón y orgulloso de ir jodiendo, con perdón, a todo aquel que se le antoja diferente a él mismo, bien sea por el color, por creencia, por idioma, por nacionalidad, o por sus hábitos de ocio. Lo que hace falta en el mundo es más gente mala de verdad y menos cazurros limítrofes.
La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón.
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La sombra del viento
Lo que el viento se llevó
- Basta-dijo Scarlett de pronto.
- Comprendes lo que estaba diciendo ¿verdad?- preguntó poniéndose en pie.
-No-exclamó-. Lo único que sé es que no me quieres y que te marchas. ¡Oh, amor mío! Si tú te marchas, ¿qué va a ser de mí?
- Comprendes lo que estaba diciendo ¿verdad?- preguntó poniéndose en pie.
-No-exclamó-. Lo único que sé es que no me quieres y que te marchas. ¡Oh, amor mío! Si tú te marchas, ¿qué va a ser de mí?
Por un momento, Rhett vaciló como si se preguntase si no sería mejor una mentira piadosa que la verdad desnuda. Luego se encogió de hombros.
- Scarlett, nunca he sido de esas personas que recogen los pedazos rotos, los pegan y luego se dicen a sí mismos que el objeto compuesto está bien como el nuevo. Lo que está roto, roto está. Y prefiero recordarlo como fue a pegarlo y ver después las señales de la rotura durante toda mi vida. acaso, si yo fuera más joven...-Suspiró-. Pero soy demasiado viejo para creer en sentimentalismos, equivalentes a pasar una esponja y volver a empezar. Soy demasiado viejo para soportar la carga de mentiras corteses, que nacen de vivir en continua desilusión. No podría vivir contigo y mentirte, y mucho menos podría mentirme a mí mismo. Quisiera que me pudiese importar adónde vas o lo que quieres. Pero no puedo.
- Scarlett, nunca he sido de esas personas que recogen los pedazos rotos, los pegan y luego se dicen a sí mismos que el objeto compuesto está bien como el nuevo. Lo que está roto, roto está. Y prefiero recordarlo como fue a pegarlo y ver después las señales de la rotura durante toda mi vida. acaso, si yo fuera más joven...-Suspiró-. Pero soy demasiado viejo para creer en sentimentalismos, equivalentes a pasar una esponja y volver a empezar. Soy demasiado viejo para soportar la carga de mentiras corteses, que nacen de vivir en continua desilusión. No podría vivir contigo y mentirte, y mucho menos podría mentirme a mí mismo. Quisiera que me pudiese importar adónde vas o lo que quieres. Pero no puedo.
Lanzó un suspiro y añadió con suave indiferencia.
- Querida mía, me importa un comino.
- Querida mía, me importa un comino.
Lo que el viento se llevó, Margaret Mitchell.
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La orden de la academia Spence
- Ah..., esta 'gachí' es tuya. Disculpa, amigo.
Kartik se ríe.
- No es... - Se interrumpe-. Sí, es mía.
Me coge de la mano y me aparta del círculo.
Nos sigue un coro de silbidos y ovaciones. Otra mano me coge de la muñeca libre. Es del chico de la nariz grande que he visto antes.
- ¿Como sabemos que es tuya? No parece muy dispuesta - bromea -. A lo mejor me prefiere a mí.
Kartik vacila, lo suficiente para provocar parcas risas de sospecha entre los hombres. El otro muchacho me tiene cogida con fuerza y noto el miedo, frío y metálico, en la boca. No hay tiempo para recatos. Aquí no sirve la razón. Sin previo aviso, beso a Kartik. Sus labios, apretados contra los míos, me sorprende. Son cálidos, ligeros como el aliento, firmes como la piel de un melocotón contra mi boca. Un olor a canela quemada pende en el aire, pero no estoy teniendo una visión. Es su olor, que me ha impregnado. Un olor que me contrae el estómago. Un olor que aleja de mi cabeza todo pensamiento y lo sustituye por una irresistible sed de más.
La lengua de Kartik se desliza un momento entre mis labios, y me crispo. Me aparto, sin aliento, ruborizada. No puedo mirar a nadie; y menos a Felicity y a Ann. ¿Y ahora qué pensarán de mí? ¿Qué pensarían si supieran lo mucho que me ha gustado? ¿Qué clase de chica soy que disfruto con un beso que he dado con tal descaro, sin esperar a que me lo pidieran, como habría sido lo correcto?
Un hombre fornido se echa a reír.
- ¡Ya veo que es tuya!
- Sí - dice Kartik con voz ronca.
Kartik se ríe.
- No es... - Se interrumpe-. Sí, es mía.
Me coge de la mano y me aparta del círculo.
Nos sigue un coro de silbidos y ovaciones. Otra mano me coge de la muñeca libre. Es del chico de la nariz grande que he visto antes.
- ¿Como sabemos que es tuya? No parece muy dispuesta - bromea -. A lo mejor me prefiere a mí.
Kartik vacila, lo suficiente para provocar parcas risas de sospecha entre los hombres. El otro muchacho me tiene cogida con fuerza y noto el miedo, frío y metálico, en la boca. No hay tiempo para recatos. Aquí no sirve la razón. Sin previo aviso, beso a Kartik. Sus labios, apretados contra los míos, me sorprende. Son cálidos, ligeros como el aliento, firmes como la piel de un melocotón contra mi boca. Un olor a canela quemada pende en el aire, pero no estoy teniendo una visión. Es su olor, que me ha impregnado. Un olor que me contrae el estómago. Un olor que aleja de mi cabeza todo pensamiento y lo sustituye por una irresistible sed de más.
La lengua de Kartik se desliza un momento entre mis labios, y me crispo. Me aparto, sin aliento, ruborizada. No puedo mirar a nadie; y menos a Felicity y a Ann. ¿Y ahora qué pensarán de mí? ¿Qué pensarían si supieran lo mucho que me ha gustado? ¿Qué clase de chica soy que disfruto con un beso que he dado con tal descaro, sin esperar a que me lo pidieran, como habría sido lo correcto?
Un hombre fornido se echa a reír.
- ¡Ya veo que es tuya!
- Sí - dice Kartik con voz ronca.
La orden de la academia Spence, Libba Bray.
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Libba Bray
Amante oscuro
De repente, sintió que un dolor sordo se instalaba en su corazón. Y no era a causa de la dureza que estaba mostrando con ella, sino porque se sentía defraudada. Realmente, había deseado que fuera diferente a lo que, en aquel momento, aparentaba. Había querido creer que aquellos arrebatos de calidez que le había mostrado formaban parte de él en la misma medida que su lado violento.
Puso su mano sobre el pecho, intentando alejar aquel dolor.
- Quisiera marcharme, si no te importa.
Un largo silencio se abrió paso entre ellos.
- Ah, diablos... - murmuró él, respirando lentamente -. Esto no está bien.
- No, no lo está.
- Pensé que te merecías... No sé. Una cita. O algo..., algo normal - Se rió con rudeza mientras ella lo miraba con sorpresa -. Una idea estúpida. Ya lo sé. Debería dedicarme a aquello en lo que soy experto. Estaría más cómodo enseñándote a matar.
Bajo su feroz orgullo, ella vislumbró que, en el fondo, había algo más. ¿Inseguridad? No, no era eso. Con él se trataría, naturalmente, de algo más intenso.
Autodesprecio.
Puso su mano sobre el pecho, intentando alejar aquel dolor.
- Quisiera marcharme, si no te importa.
Un largo silencio se abrió paso entre ellos.
- Ah, diablos... - murmuró él, respirando lentamente -. Esto no está bien.
- No, no lo está.
- Pensé que te merecías... No sé. Una cita. O algo..., algo normal - Se rió con rudeza mientras ella lo miraba con sorpresa -. Una idea estúpida. Ya lo sé. Debería dedicarme a aquello en lo que soy experto. Estaría más cómodo enseñándote a matar.
Bajo su feroz orgullo, ella vislumbró que, en el fondo, había algo más. ¿Inseguridad? No, no era eso. Con él se trataría, naturalmente, de algo más intenso.
Autodesprecio.
Amante oscuro, J. R. Ward.
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